martes, 8 de junio de 2010

Playa de acero, by John Varley


“Dentro de cinco años el pene será obsoleto”. Así, con esta lapidaria frase, inicia una de las novelas más incendiarias y sublimes que haya brotado de la ciencia ficción contemporánea: Playa de acero, de John Varley.
Publicado originalmente en 1992, este relato nos introduce en un universo con ciertas reminiscencias a la obra de otro genial narrador, hito de la ciencia ficción norteamericana: Robert A. Heinlein (autor de obras clásicas del género como Estrella doble, Puerta al verano y Tropas del espacio), pues recrea un “ámbito” (sería injusto decir un mundo, pues en realidad el protagonista vive concretamente en la Luna, un mero satélite natural) de personajes autónomos e irónicos –de una sexualidad exuberante y mudable–, inmersos en una época plagada de obras ingenieriles monumentales y de una exploración espacial descomunal.
Dos siglos después de “la invasión” –perpetrada por extraterrestres de quien ningún sobreviviente da santo y seña, pues nadie nunca los vio–, la raza humana se halla dispersa en ocho mundos del planeta solar, exiliada de la Tierra. Sin embargo, esto no ha impedido que sigan desarrollándose los avances científicos y tecnológicos, a tal grado que hombres y mujeres gozan, literalmente, de una larga vida, llena de placeres y comodidades, tales como la eliminación de todos los tipos de cánceres y el cambio de sexo; de hecho, el personaje central de la historia, Hildy Johnson, se encuentra festejando sus primeros cien años de vida, sin ningún rastro de degradación celular, y decide dejar de ser hombre para volcarse al género femenino (lo notable es que esto no ocurre sólo en aspectos de índole genital, pues la nanotecnología médica le permite modificar sus estructuras ósea, muscular, hormonal e incluso celular, para ser mujer en toda la extensión de la palabra).
Pero no todo es miel sobre hojuelas, porque esta frívola existencia está llevando a la humanidad a recurrir cada vez más al suicidio. Y como Hildy ha tenido ya algunos intentos de inmolación, el Ordenador Central –la maquinaria encargada de prácticamente todas las funciones en esa sociedad– decide hacerle una visita, revestido de una forma tal que resulta a la vez sugestiva y escalofriante: un viejecito bonachón con traje de capitán naviero, una imagen que –piensa– le resultará a Hildy más fácil de asimilar (ahora sé de dónde seguramente los Wachowski se plagiaron el personaje del Arquitecto, para su trilogía futurista Matrix). De este encuentro surgirá una estrepitosa historia desbordada por vueltas de tuerca y giros narrativos que fascinarán al lector.Varley, prolífico y varias veces homenajeado escritor nacido en Austin, Texas, en 1947, nos obsequia así una obra que puede ser –si no ya es– considerada un clásico dentro no sólo de la ciencia ficción, sino de la literatura escrita a finales del excéntrico y vertiginoso siglo XX.

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